viernes, 25 de junio de 2010

¿Por qué es importante establecer y mantener límites?

Una de vuestras quejas más habituales, como padres/cuidadores, se refiere a la desobediencia de vuestros hijos: “!Nunca hace caso a la primera! Tenemos que repetirle las cosas cinco veces”. Para que no se dé este tipo de comportamientos los niños deben aprender cuál es la forma adecuada de comportarse. Sois los padres quienes podéis darles esta información, poner límites a su conducta mediante normas.

Los límites debéis traducirlos en normas que establecen un orden de funcionamiento en la familia. Cada familia ha de establecer sus propias normas. También vosotros debéis aprender a establecer límites justos, sin quedarse cortos, ni pasarse de estrictos impidiendo que vuestros hijos se responsabilicen de sus actos. De esta forma os convertís en figuras de autoridad para el niño.

Con toda probabilidad habrá que decir “no” para mantener las normas. Esto generará conflictos con los niños. El conflicto es parte de la vida, no hay que tenerle miedo, sino aprender a afrontarlo. Al aplicar los límites también debéis tener en cuenta, para establecerlos con éxito, la forma en que os comunicáis en la familia; así como diferenciar la disciplina y los límites del autoritarismo.

Cuando marquéis límites en casa lo más probable es que vuestro hijo intente saltárselos. Si vuestra actitud es serena, tranquila y consecuente el niño aprenderá que no siempre puede hacer lo que quiere, y le servirá de modelo cuando tenga que solucionar sus propios conflictos.

Si los límites y consecuencias –tanto del cumplimiento como del incumplimiento- están correctamente definidos, aprenden a hacerse responsables de las consecuencias de su comportamiento. Al principio necesitan que el límite venga de fuera, que lo fijéis vosotros, pero, con el tiempo, no precisarán que alguien les diga cómo actuar, porque ya habrán interiorizado cuándo un comportamiento es adecuado y cuándo no.

Cuando llegan los terribles dos o tres años, vuestro hijo, que todavía no sabe expresar con palabras lo que le ocurre, soluciona cualquier contrariedad con rabietas. Es frecuente ceder a caprichos que creemos sin importancia y, momentáneamente, nos sentimos aliviados porque “por fin he conseguido que se calle”. Tras un tiempo, lo que antes eran caprichos ahora son exigencias. Vuestro pequeño aprende que la estrategia de molestar mucho es válida para conseguir lo que quiere. A largo plazo se generalizan este tipo de comportamientos.

Un niño al que no le hayan puesto límites desde pequeño tiene muchas probabilidades de desarrollar conductas de desobediencia, exigencias y desorden. Todos los niños quieren y necesitan comprender las normas existentes en el medio que les rodea, saber quién está al mando y con quién pueden contar para que le guíe en su aprendizaje, si no, se sienten perdidos, se vuelven apáticos y pasivos o, por el contrario, irascibles y tiranos. Si soportan normas inconsistentes viven en una continua ansiedad por no saber lo que ocurrirá después de su comportamiento.

Los niños no conocen el mundo que les rodea, por eso lo exploran, prueban y comprueban las consecuencias de sus actos. Quieren experimentar todo ellos mismos y no les sirve que les advirtáis; necesitan indagar, conocer las consecuencias. La experiencia les enseña hasta dónde pueden llegar en la familia. Con el tiempo, extrapolarán su aprendizaje a otros ambientes donde existe autoridad, como el colegio. Y quizá de adultos mantendrán el mismo comportamiento y se convertirán en individuos incómodos, tiranos, exigentes e incluso agresivos en sus relaciones.

Los adultos educadores debemos enseñarles lo que pueden hacer y lo que no, y la manera más eficaz es mostrarles las consecuencias –tanto positivas como negativas- de cada una de sus conductas. Además, enseñarles a tolerarlas, planteándoles situaciones en las que no siempre consigan lo que quieren. Debéis generar en casa un sistema de premios y castigos que muestre a vuestro hijo las consecuencias de cada conducta, y aplicarlo con constancia.

Si aplicáis consecuencias de forma coherente, teniendo en cuenta la edad y características del niño, poco a poco, se hará responsable de su comportamiento y de sus consecuencias. Por el contrario si no experimenta consecuencias de sus acciones, es muy probable que se convierta en un tirano porque presupone que los demás deben estar a su disposición cuando lo desee.

Podéis mantener las normas siendo coherentes y justos, siempre que sepáis acompañar los límites con la alabanza, el premio, el reconocimiento, la aprobación… Siendo capaces de combinar el cariño con la firmeza, no debéis tener miedo de exigir a vuestros hijos que respeten los límites en su conducta y las normas del hogar.

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